¿Por qué nos cuesta tanto gestionar nuestras emociones?
Vivimos en una sociedad que premia la alegría y reprime otras manifestaciones como el enfado, la tristeza o el miedo. Cuántas veces nos dijeron o seguimos diciendo a nuestros hijos frases com «No llores», «Llorar es de cobardes», «No te enfades», «No tengas miedo», …
¿Y qué hacemos entonces? Porque cuando me enfado el enfado ya está ahí, cuando estoy triste, la tristeza ya está ahí, cuando me asusto, el miedo ya está ahí … no es algo que podamos elegir o evitar.
Entonces no sólo me siento enfadada, triste o asustada, sino que además me siento culpable, como si lo que estoy sintiendo no fuera correcto. Y ante esta situación solo me quedan tres salidas:
- Reprimir lo que estoy sintiendo, cargando con ello todo el tiempo,
- Huir de lo que siento: haciendo otras actividades, lo cual es peligroso si toma forma de adicciones,
- Reaccionar atacando. Como no sé que hacer con lo que siento, se lo lanzo la otra persona y le hago responsable de lo que me ocurre, como si se tratara de una «patata caliente».
Y es que no nos han enseñado qué hacer cuando sentimos estas emociones que nos contraen, y parece ser que estos mecanismos de evitación no nos sirven, pues las emociones son como mensajeros que nos traen información y lo más recomendable es escuchar el mensaje que traen para nosotros, y así, aprender de ellas.
Así pues, lo primero que tenemos que aprender es a sostener la emoción. Permitir que se desarrolle en lugar de evitarla. Cuando hacemos esto, generamos el espacio suficiente para escuchar su mensaje y responder a la situación de manera más adecuada.
¿Y cómo sostener las emociones?
Cuando sentimos la emoción, lo habitual es que nuestra mente comience enseguida a generar pensamientos, o bien de autocrítica, como «No debería sentirme así», «Tendría que superar esto ya», «No debería enfadarme», … o bien de crítica hacia los demás, «Fíjate lo que me ha dicho», «Siempre pasa igual», «Ya estoy harta», …
Estos pensamientos lo único que hacen es alimentar las emociones, que cada vez crecen mas o se tiñen de otros matices.
La propuesta de Mindfulness para no entrar en ese bucle de pensamientos es bajar la atención a las sensaciones que la emoción produce en nuestro cuerpo.
¿Cómo se hace?
Cada vez que sientas que una emoción surge en tu interior, detente unos instantes y préstale toda tu atención. Obsérvala como observarías cualquier objeto.
Presta mucha atención a cómo se manifiesta en tu cuerpo:
¿Dónde la sientes?
¿En la garganta, en el pecho, en la cabeza, en los brazos, en el estómago…?
¿Y cómo es?… ¿Qué forma tiene?, ¿Qué tamaño?, ¿Se mueve o permanece estática?, ¿Es una forma pesada o ligera?, ….
Permanece observando todos los matices de esa emoción y respira con ella. Respírala en vez de evitarla.
Cuando nuestra atención se centra en el cuerpo no hay cabida para los pensamientos y entonces, podemos comprobar cómo la emoción entra, se desarrolla y va bajando su intensidad hasta desvanecerse.
Comentarios recientes